Nuevamente la burguesía latinoamericana a los pies del imperialismo

Nuevamente la burguesía latinoamericana a los pies del imperialismo

Por Dorian González

El pasado 10 de enero se realizó la protocolar toma del poder en Venezuela por Nicolás Maduro en medio de controversias por las elecciones del año pasado. Diez días después, era Donald Trump quien tomaba posesión del cargo presidencial en la principal potencia del planeta. Estos dos eventos separados por un poco más de una semana provocaron en los diversos medios periodísticos mundiales posiciones distintas. Algunos han clamado como una dictadura sanguinaria la que se estableció en Venezuela, mientras miran a otro lado cuando el imperialismo masacra regiones enteras en todo el planeta y celebran sus elecciones democráticas.

Lo que tienen en común estos regímenes es que al interior de cada país se impone una dictadura policiaca al servicio del funcionamiento del capital y la defensa de la propiedad privada. Sin embargo, es necesario establecer las diferencias notables entre un país imperialista que extiende su régimen al exterior reforzando las cadenas de dominación y una semicolonia donde distintas clases se ven oprimidas por el país opresor. Esto determina en gran medida la lucha de los pueblos en América Latina por su liberación del patrón del norte.

Algunas opiniones tratan de sobreestimar la llegada de Trump al gobierno como si se tratara del final de la República de Weimar. El régimen de Estados Unidos ha sido, antes de Trump, uno de los principales gobiernos genocidas de la historia y responsable de deportaciones masivas, golpes militares, masacres, crisis y guerras en la última década. Si embargo, este Estado solo sirve como instrumento político de su capital financiero parasitario. Es por esta razón que, bajo esta nueva tutela administrativa republicana, la política imperialista sigue siendo la misma para América Latina.

Por un lado, la historia demuestra que las “preocupaciones” democráticas del imperialismo en los países donde ejerce su dominio solo encubren el régimen policiaco e intervencionista de sus transnacionales y banqueros. En otro aspecto, el capital financiero norteamericano termina subordinando a cualquier gobierno burgués a sus intereses, y en la medida que el gobierno semicolonial vaya perdiendo apoyo, EE. UU. buscará a otro que se ajuste mejor al cambio de las condiciones y necesidades de su capital. De allí que su política se traduzca en los intentos de derrocar presidentes o dirigir invasiones en Venezuela, y esto no convierte al gobierno de Maduro en un régimen antiimperialista ni mucho menos anticapitalista.

En las últimas semanas ha habido un intercambio de declaraciones sobre diversos temas. Por un lado, Trump ha vociferado desde la Casa Blanca sus intenciones hacía América Latina de aumentar los aranceles (también para Europa y China), regresar a todos los migrantes y hasta retomar el Canal de Panamá. Por su parte, salieron declaraciones de diversos presidentes de la región que reconociendo el poder de Trump intentaron “oponerse” al empresario estadounidense manifestando su voluntad de colaborar con el imperio del norte, pero eso sí, “con soberanía”.

Desde luego, estas manifestaciones no son nada nuevo para las diversas doctrinas que ha aplicado EE. UU. en su patio trasero. Esto, combinado con maniobras diplomáticas constituyen el comportamiento habitual del imperialismo que tiene la necesidad de subordinar cada vez más a sus semicolonias, de estrangular las fuerzas del proletariado y de quebrar la mermada industria nacional y quebrar el mercado interno. Evidentemente siempre habrá capitalistas nativos disgustados por no poder disfrutar de mayores beneficios de la plusvalía.

En este segundo mandato, Trump ha buscado imponer aranceles a las importaciones de EE. UU.; sin embargo, entre algunas negociaciones, solo parece haberse hecho efectivo por ahora un arancel del 25 % a las importaciones de aluminio y acero (implementado en su primer gobierno). Esta medida prometida por Trump para “que Estados Unidos vuelva a ser grande”, por supuesto se haría para beneficio de algunos parásitos capitalistas y no de la población explotada que tendrá que soporte este “sacrificio”.

Por otro lado, pese a las restricciones impuestas por EE. UU., Washington ha renovado la extracción petrolera de Chevron en Venezuela, mientras los militares de Maduro siguen explotando el Arco Minero del Orino y haciendo negocios con otras burguesías para intentar mantener sus privilegios. Así se negocia bajo el capitalismo: mientras se amenaza con intervenciones directas se sigue garantizando que los magnates del petróleo no pierdan.

Los intentos del reformismo para inventarse una burguesía latinoamericana progresista han sido muchos. Desde finales del siglo XX y las primeras décadas del siglo XXI, América Latina vivió verdaderos levantamientos revolucionarios que, con el servicio de los hermanos Castro fueron cercados para salvar el régimen burgués. A partir de allí, se han ido gestando diferentes proyectos de “unidad geopolítica” como la ALBA, la UNASUR y la CELAC, los mismos que fueron impulsados por la Venezuela de Chávez y un conjunto de presidentes que se alineaban con el proyecto bolivariano.

La labor de las direcciones reformistas del proletariado y el campesinado fue atar a las masas al aparato estatal burgués mediante alianzas políticas con estas burguesías locales, lo que conllevó al debilitamiento y desorientación de las fuerzas revolucionarias, y la posterior derechización de sectores medios que no encontraban salida a sus condiciones.

Lo que ha demostrado el reformismo es que nuevamente se pone a los pies de gobiernos que no son más que sirvientes del capital extranjero. Así, cuando en 2023, Lula reintegraba a Brasil a la CELAC aceptaba al mismo tiempo el ingreso de tropas estadounidenses a la Amazonía. De la misma manera, Xiomara Castro, presidenta de Honduras desde el 2022 y que preside actualmente la CELAC, ha mantenido la colaboración con las bases militares de EE. UU. instaladas en el país centroamericano.

Trump anunció y ha empezado a deportar a miles de migrantes a las naciones latinoamericanas. Los diversos presidentes no tuvieron más que aceptar esta política que amenaza la vida y dignidad de los trabajadores migrantes. En los primeros días, decenas de brasileños llegaron esposados a su país, lo que solo produjo una nota de protesta de Lula.

El presidente colombiano Gustavo Petro, luego de conversar con Trump días después que publicaba un tuit con su “contundente respuesta” al empresario de la Casa Blanca por las condiciones en las que se enviaban a los migrantes, tuvo que ceder al arribo de deportados colombianos en aviones militares. Esto demostró que en las redes sociales puede decir lo que sea, pero en la realidad no le queda más que agachar la cabeza ante el imperio. Igualmente, Sheinbaum en conversaciones con Trump negoció detener los aranceles por un mes a cambio de enviar 10 mil soldados a cuidar la frontera sur de EE. UU. siguiendo la política de Obrador de levantar un muro de balas y detenciones en todo el país contra los trabajadores migrantes. Ahora Bukele ofrece a El Salvador como cárcel para los migrantes latinoamericanos, en tanto que, se iniciaron envíos de migrantes presos a Guantánamo en Cuba.

Esta es pues la triste realidad del llamado “Eje de resistencia” latinoamericana, es decir, la misma subordinación lacaya que se hace pasar por antiimperialista mientras ceden a la extorsión del capital financiero norteamericano. Bajo el mando de estas burguesías nativas seguiremos siendo el patio trasero del imperialismo yanqui. Los oficiales domésticos le siguen cuidando los negocios al imperialismo a costa de salarios de hambre, miseria creciente y asesinatos contra la población más desprotegida. Es cínica la forma en la que el reformismo nos quieren volver a contar el cuento del chavismo de los años 90, sin siquiera taparse la nariz por el desastre que dejó la política del “socialismo del siglo XXI”.

Por supuesto, la solución tampoco vendrá de la facción de derecha de esta burguesía servil al capital, que exige la intervención directa de EE. UU. para «salvar» a los países de la supuesta amenaza de los “gobiernos comunistas”. Las maniobras que podrían hacer los gobiernos bolivarianos están limitadas por su temor a que las masas tomen en sus manos realmente la lucha antiimperialista y tiren a la basura sus discursos diplomáticos. Lo mismo sucede en Medio Oriente, con la burguesía nativa de Hamás capitulando al Estado yanqui-sionista de Israel.

La única manera de poder hacer frente realmente al imperialismo es que las tareas de liberación nacional y de la conquista de una verdadera democracia sean tomadas en manos del proletariado que encabece a las mayorías campesinas explotadas, a los desempleados de las ciudades y a los millones de jóvenes que ven su futuro hacerse pedazos por la carestía de vida. Frente a toda esta miseria económica y política que nos ofrece el reformismo, se necesita un verdadero partido marxista revolucionario que desenmascare las patrañas de las burguesías nativas y sus fieles sirvientes reformistas en las filas del proletariado.

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¡Abajo el imperialismo!

¡Paso a la revolución socialista mundial!

¡Por la refundación de la Cuarta Internacional!

NRCI