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El Perú en llamas busca encender la revolución latinoamericana

América Latina, como otras partes del mundo, es un campo de batalla entre la revolución que busca abrirse paso y la contrarrevolución que pretende aplastarla. El régimen que se impone desde Washington consiste en disciplinar a las masas explotadas de todos los países para que las transnacionales saqueen los recursos. Para tal objetivo, la banca norteamericana cuenta con sus sirvientes “neoliberales” y “bolivarianos”. Ambos gobiernos sirven a su manera para garantizar el orden en el Estado burgués, la posición de la casta militar criminal, la defensa de las transnacionales y propiedad privada de los grandes medios de producción.

Actualmente la masacre que se cierne sobre las masas explotadas del campo en el sur de Perú es el resultado de la conflagración de estas tendencias del régimen bonapartista que se sostiene en América Latina. Mientras las masas entregan su vida en las calles, la izquierda reformista y chavista cumpliendo su función parlamentaria sostiene y ha salvado otra vez la caída del régimen burgués.

Pedro Castillo salió de la presidencia luego de realizar un golpe de Estado buscando el apoyo de la casta militar. Lo único que esto produjo es que los militares tomaran acciones más directas para imponer con mayor disciplina la dictadura burguesa que Castillo venía administrando.

A nivel latinoamericano, algunos gobiernos respaldaron a Castillo, incluso luego de que este decretara el cierre del parlamento burgués como parte de sus medidas bonapartistas. Así fue el caso de López Obrador (AMLO), que rechazó la destitución de Pedro Castillo junto a los presidentes de Colombia, Bolivia y Argentina en un comunicado conjunto de respaldo al expresidente del Perú.

Estos gobiernos, al igual que los demás en sus respectivos países se han encargado de garantizar el saqueo de las transnacionales sobre la sangre de trabajadores, campesinos pobres y estudiantes sin futuro. Todos estos gobiernos se sostienen en la casta militar policial que endurece la represión en los municipios, barrios y villas más pobres de la región latinoamericana.

A los pies de Washington

Lo gobiernos bolivarianos no han reparado en declarar su apoyo a la política de la Casa Blanca. No olvidemos que Chávez dijo que votaría por Obama si fuera estadounidense luego de que el expresidente norteamericano reconociera que Chávez no atentaba contra los intereses de EE. UU. Luego, Raúl Castro posaría junto a Obama en Cuba tras el restablecimiento de las relaciones diplomáticas. No importó que el gobierno de Obama siguiera asesinando al proletariado afroamericano y fuera uno de los presidentes que deportó a más migrantes latinos.

Pedro Castillo, en la IX Cumbre de las Américas pronunció la popular frase de la Doctrina Monroe “América para los americanos”, en una evidente declaración de no representar ninguna oposición a los intereses del imperialismo en el saqueo del Perú. En ese mismo sentido, AMLO, en la cumbre de los países de América llevado a cabo hace pocos días en México, declaró que Biden tiene “la llave para abrir y mejorar sustancialmente las relaciones entre los países del continente americano” tras aclamar la política de “buena vecindad” de Roosevelt en los años treinta para los pueblos latinoamericanos.

Parece una tradición en estos presidentes bolivarianos elogiar a los representantes del imperialismo norteamericano. Lo cierto es que, estos gobiernos se han venido subordinando a la política exterior de los Estados Unidos de Norteamérica, y no tienen nada que envidiarles a los gobiernos “neoliberales” que dicen criticar. La política exterior es una extensión de la política interna en estos países, y es que las transnacionales, tratados internacionales y las bases militares norteamericanas son intocables en toda América Latina independientemente del gobierno de turno y sus inclinaciones “populares”.

Las instituciones podridas del régimen democrático

Las dictaduras presidencialistas en toda la región latinoamericana oscilan, como declaraba Lenin: entre el imperialismo y las masas. Y desde estos parámetros sirven al capitalismo desencadenando la miseria, la corrupción y las masacres en nombre de la “democracia” al servicio del capital. Así los diferentes regímenes cumplen un rol de guardianes del capitalismo para evitar su caída a manos de la revolución proletaria.

La subordinación de las naciones solo puede mantenerse si se encadena a las masas hambrientas a dictaduras militares abiertas o se las engaña en los frentes populares que unen al proletariado con su burguesía cómplice del saqueo transnacional. La historia de los últimos años demuestra que en esta región los golpes militares y las sangrientas masacres son una realidad muy presente en la política latinoamericana.

Esta es el tipo de democracia en que vivimos, en la que si no nos acostumbramos a morirnos de hambre, vendrán por nosotros a balazos. En esta conflagración contras las masas hambrientas se unen los gobiernos neoliberales y bolivarianos, que a su modo protegen el régimen de la propiedad privada. Así se decide quien gobierna y administra los negocios de la burguesía: entre balas y mentiras desde México hasta Argentina.

Para esto sirven todas las instituciones del régimen, desde el adorno parlamentario hasta las últimas instancias de justicia pervertida por el lucro capitalista. Y en este juego se utilizarán todas las herramientas a disposición para controlar de diferentes maneras a las masas empobrecidas. La burguesía hoy se atrinchera en el parlamento, mañana en la institución presidencial, luego abiertamente en la casta de oficiales revelando su vocación militarista.

El balance de estos regímenes se sostiene por la pequeña burguesía que oscila entre el proletariado y la burguesía. En la inclinación de esta fuerza se expresará el tipo de régimen que se utilizará para sostener al capitalismo. Los revolucionarios hemos declarado en varias ocasiones el carácter de los levantamientos en Perú de noviembre de 2020 como una movilización reaccionaria con clara vocación militarista como sucede ahora en Brasil.

El proletariado no encontrará la salida de su miseria en las instituciones del régimen burgués que lo explota, así como no encontraremos justicia en los tribunales que, dirigidos por redes de corruptos, dejan libres a criminales y encarcelan a trabajadores, campesinos y estudiantes que luchan por mejores condiciones de vida.

La militarización y represión en América Latina

La política interna en América Latina manifiesta claros rasgos de militarización en todos los países. Es reconocido que en mayor o menor medida se utilizaron a las fuerzas militares para garantizar el estado de cuarentena como parte de la política de la burguesía contra la pandemia del COVID-19. De esta manera los distintos regímenes latinoamericanos sostuvieron sus políticas en la casta militar asesina que llegó, como en el caso de Honduras, a disolver manifestaciones que pedían alimentos y medicinas. En los demás países las fuerzas militares se encargaron de mantener los Estados de Emergencias y Toques de Queda produciendo miles de detenidos en toda la Región.

Y aunque la política de la cuarentena se demostró inservible para salvar a los trabajadores del hambre y la enfermedad, la militarización ganó terreno para ocupar mayor protagonismo en el régimen. Lo que ha demostrado que la última palabra, en países atrasados como los de Latinoamérica, la tienen los militares y su casta de oficiales asesina que permanece intacta en cualquier gobierno de turno ya sea “neoliberal” o “bolivariano”.

Para esto basta recordar la masacre perpetuada por el bolivariano Ortega en Nicaragua que dejó cientos de muertos para imponer los intereses de EE. UU. y los grandes empresarios del país centroamericano. Así también, la Venezuela de Maduro reprimió fuertemente las protestas callejeras del proletariado contras el régimen hambreador. Y es que la función de reprimir a las masas es cumplida por todos los gobiernos bajo las órdenes del imperialismo como sucedió con Gadafi en Libia, y Al Asad en Siria.

Los gobiernos de Castillo en Perú y de AMLO en México han utilizado las fuerzas policiales y militares para ensangrentar a las masas que dicen representar. No olvidemos la política de AMLO que ha entregado la seguridad pública a las fuerzas militares, cuestión que se mantiene desde los últimos tres gobiernos mexicanos. De esta forma se ha venido reprimiendo a obreros, campesinos y estudiantes normalistas por todo el país.

Por su parte, Castillo también reprimió fuertemente a los campesinos en la selva que protestaban contra los estragos de las empresas petroleras. Hace un par de meses el gobierno de Castillo y del partido chavista Perú Libre no tenían el menor reparo en declarar el Estado de Emergencia en Lima para prevenir un asalto de los barrios populares en la capital.

La insurrección del pueblo pobre en Perú

Con Pedro Castillo arrestado y el Congreso corrupto nombrando a Dina Boluarte como nueva presidenta, las protestas se iniciaron principalmente en las provincias del interior del país. En varias regiones empezaron a tomarse las carreteras demandando el cierre del Congreso, nuevas elecciones, Asamblea Constituyente y la liberación de Castillo. Se tomaron aeropuertos y quemaron comisarías enfrentando la represión sanguinaria de la policía que empezó a cobrarse las primeras víctimas en un régimen cuasimilitar en curso.

Desde el ejecutivo con el ministro Otárola a la cabeza se decretó el Estado de Emergencia en varias ciudades del país y los militares salieron a las calles para mantener el orden capitalista de explotación y saqueo. Así fue que se ensangrentó más la lucha en esta insurrección popular que se focalizó principalmente en la población campesina en el sur del país.

Actualmente ya se han asesinado a más de 40 manifestantes principalmente en la zona sublevada de Juliaca en Puno, y las protestas buscan extenderse a todo el país marchando hacía Lima. Los campesinos han entendido que la lucha por el poder se decide en la capital y están dispuestos a asediarla, para esto necesitan la fuerza del proletariado que debe unirse firmemente a la insurrección.

Esta situación insurreccional entra en contraposición con el resto del país que mantiene una clara orientación derechizada o pacifista como producto de los últimos acontecimientos políticos en las ciudades. En el marco de estas tendencias se puede explicar la actual coyuntura del país que se desangra, por un lado, con los hijos de campesinos muriendo a balazos en las carreteras, y por otro, con la neutralidad cómplice de la pequeña burguesía en las principales ciudades.

En este marco, la clase obrera confundida por sus direcciones es todavía incapaz de organizar una lucha contundente en los centros del poder. La experiencia de la lucha de clases durante décadas ha demostrado la importancia clave del levantamiento del proletariado en las ciudades junto a las insurrecciones del campo explotado como la fórmula que puede apuntalar al régimen criminal que mantiene en miseria al pueblo pobre.

Esta conjunción de fuerzas aún no se ha presentado y mientras tanto, se siguen cobrando víctimas al sur del país. En los últimos días se presentan avances y retrocesos en esta lucha, el campesinado se repliega, los puntos más fuertes se radicalizan, intentan avanzar a la expectativa de las masas del país. En el norte empiezan a marchar cerrando carreteras, el proletariado parece inmovilizado producto de la pasividad y traición abierta de sus dirigentes que intentan ponerse a los pies del régimen asesino entablando negociaciones para salvar una vez más al podrido régimen bonapartista.

La combatividad de las masas ha sido probada cientos de veces, en Bolivia, Colombia, Ecuador, México y Centroamérica. Esta es una nueva llama que busca encenderse por toda Latinoamérica y que debe incendiar al proletariado estadounidense en el corazón del imperialismo. En esta unidad internacional está la clave de la victoria.

Las masas necesitan tomarse las tierras, expropiar las minas, poner las fábricas al servicio de la lucha, dirigir la industria y las comunicaciones del país. Los estudiantes deben tomar sus universidades, declarar el apoyo resuelto a las manifestaciones. Los soldados rasos deben apuntar contra sus oficiales. El levantamiento debe barrer las fronteras nacionales, unir fuerzas con los migrantes esparcidos por el hambre en toda América Latina.

El proletariado debe formar sus organizaciones de lucha independientemente de la burguesía y que estén debidamente resguardadas por comités de autodefensa que se levanten como el doble poder dentro de la sociedad burguesa. La tarea actual consiste en movilizar a toda la población para traerse abajo el régimen presidencialista con su adorno parlamentario. Esta consigna revolucionaria es la que levantan los campesinos al sur del Perú que atenta contra el corazón del régimen burgués en América Latina.

Para las naciones atrasadas de Centro- y Sudamérica aún están pendientes las tareas democráticas burguesas sobre todo por el nivel de consciencia de las masas pobres del campo, estas tareas entran dentro de los objetivos de la revolución proletaria y la clase obrera debe tomar conciencia de esta condición y preparar su realización mediante la toma revolucionaria del poder apoyado por la masa empobrecida del campo y la ciudad. En estos términos internacionales y programáticos es que se define la revolución permanente. Solo esta unidad podrá servir para que la clase obrera acaudille a las masas de campesinos pobres hoy insurrectas y que luchen por el poder imponiendo la dictadura del proletariado y una Federación de Estados Unidos Socialistas de Centro y Sudamérica.

Para que el proletariado pueda adquirir esta consciencia es necesario refundar el partido de la revolución proletaria mundial que desarrolle sus secciones en América Latina y en todo el mundo. Solo la Cuarta Internacional puede mirar limpiamente al futuro de la sociedad. Como ayer en Myanmar, luego en Irán, Ucrania, ahora en Perú, América Latina y en todas partes del mundo se busca barrer a la escoria que parasita viviendo del trabajo ajeno y la explotación. 

¡Por el levantamiento revolucionario en toda América Latina!

¡Por la refundación de la Cuarta Internacional!

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