
La bancarrota del capitalismo
Sri Lanka es una isla asiática de 22 millones de habitantes que hoy se encuentra en la ruina total. Con escasez de alimentos, la falta completa de combustibles y la imposibilidad de adquirir incluso algún préstamo de los financistas internacionales, el gobierno ha pedido a la población que emigre para poder comer.
La quiebra del país ha sumido a la población en una de las peores condiciones para sobrevivir en el planeta donde ni siquiera puede tener los productos básicos para su alimentación, de allí que el gobierno declarara un día libre al mes para que algunos funcionarios puedan dedicarlo a la siembra de productos para el autoconsumo. La incapacidad para siquiera importar combustible hizo que el ministro de Finanzas, Ranil Wickremesinghe, declarara en el parlamento el pasado 22 de junio, que la economía se había derrumbado por completo.
Lo que se consideraba como un país próspero acabó en las ruinas y es que, bajo el capitalismo, las economías de estas naciones sufren el embate de las circunstancias económicas mundiales que se han agravado por la pandemia y la guerra en Ucrania. La crisis que vive el país es histórica desde su independencia. La inflación llega al 55% y se anuncia que subirá hasta en un 70%. El desbalance entre importaciones que llegaron a 3 mil millones de dólares frente a una reducida exportación produjo la falta de divisas en el país, esto hizo que el gobierno decidiera a finales de 2021, cerrar su única refinería de petróleo intentado reducir el gasto de divisas al importar el crudo.
La crisis energética se sumó a las calamidades que ya vivía el país, que no podía mantener varios servicios funcionando, ampliándose los cortes constantes de electricidad en toda la nación, formándose enormes colas para comprar gas y gasolina. Esto fue uno de los impactos de la decisión de la Unión Europea de dejar de importar combustible de Rusia por la guerra que se mantiene en Ucrania. Algunos expertos señalan que lo de Sri Lanka es solo el inicio de una grave crisis energética producto del conflicto en el Este europeo. Por su parte, funcionarios de Sri Lanka ya hablan de comprarle petróleo a Rusia, ante la situación insostenible de escasez de recursos, aunque intentarán agotar otras opciones en primer lugar.
En los diarios se anuncia ya que el país asiático se detendrá por completo en las siguientes semanas por la carencia total de combustible para el transporte y otros servicios elementales.
De igual forma, la escasez de medicamentos fue advertida por diversas asociaciones de médicos durante meses. Esto ha provocado que las áreas de emergencia sean cerradas por falta de insumos y equipos. Los hospitales también tuvieron que suspender cirugías de rutina y solo dar medicamento para enfermedades con gran potencialidad de muerte. La falta de suministros imprescindibles provocará una ola de muertes al tener que interrumpir varios servicios, habían advertido los médicos a través de una carta al gobierno.
Crisis y protestas
En esta coyuntura y ante la grave situación, las masas explotadas de Sri Lanka iniciaron movilizaciones pidiendo la renuncia del presidente Gotabaya Rajapaksa y sus funcionarios desde el mes de marzo. De allí las manifestaciones se sucedieron semana tras semana y, aunque iniciaron de forma pacífica, la violencia fue escalando.
La crisis política aumentó con la dimisión del hermano del presidente y ex primer ministro Mahinda Rajapaksa, el pasado mayo, en medio de fuertes protestas que se saldaron con casi una decena de muertos y cientos de heridos.
En esas circunstancias muchos elementos del gobierno advirtieron que no respaldarían medidas del actual presidente, poniendo al mandatario en una débil posición frente al conflicto abierto en las calles. El recambio del gabinete no funcionó para aplacar las protestas que se extendían por todo el país y, a pesar de que durante semanas varios parlamentarios de la coalición oficialista pedían a Gotabaya Rajapaksa que dimitiera, este se quedó en el cargo para intentar manejar la insatisfacción generalizada.
La caída del gobierno
Sin embargo, el último fin de semana millones de manifestantes intentaban llegar a la capital Colombo tomando incluso algunas estaciones de trenes para una protesta que exigía la caída del presidente. Pero antes que pudieran llegar los manifestantes a la residencia presidencial, el presidente Gotabaya Rajapaksa había huido. Esto no impidió que los manifestantes avanzaran al palacio presidencial enfrentando los cercos policiales, dejando varios heridos a su paso.
Finalmente, la multitud que asediaba la institución gubernamental de la burguesía terminó asaltando la residencia del presidente, así como la del primer ministro que luego fue incendiada.
Ahora el parlamento, junto a los partidos burgueses de oposición, buscan una transición pacífica que no les quite el poder de las manos. Las masas comprendieron la responsabilidad del clan familiar en el poder que hizo pedazos el país, pero esta responsabilidad recae en todos los partidos de la burguesía que han venido gobernando para el saqueo de la nación por la burguesía. Las políticas de deudas y recortes han sido patrocinadas por toda la casta política que ahora ve tambalear su dominio por el asedio popular y el despertar del proletariado.
La crisis de la llamada “perla del índico”, no inició ayer; durante décadas la burguesía se ha enriquecido a costa de rematar el país, y ahora intenta hacer lo mismo nuevamente encadenándola a los programas de los organismos financieros internacionales como el FMI. El primer ministro había declarado hace pocos días que “solo cuando el FMI esté satisfecho con el plan se llegará a un acuerdo”. Esta seguirá siendo la política general de la burguesía. Los partidos de oposición buscan reestablecer un gobierno para continuar con las negociaciones con los buitres del capital financiero. Con esta política solo le espera mayores penurias para las masas que ya venían sufriendo por hambre producto de la escasez de los alimentos de primera necesidad.
Ahora bien, esta no es la primera crisis política de la historia de Sri Lanka.
Un pasado de traición
Luego de la segunda guerra mundial en diversos países del sudeste asiático se abrieron francos procesos revolucionarios para conseguir su independencia del imperio británico. La isla de Sri Lanka pasó por este proceso con algunos partidos que reivindicaban una tradición comunista como varios de la región. Estos partidos continuaron teniendo relativa influencia en los procesos revolucionarios posteriores. En el caso de Sri Lanka o Ceilán, como se denominaba anteriormente, se encontraba el partido Lanka Sama Samaja (LSSP por sus siglas en inglés).
Durante la rebelión de 1953 o la llamada Hartal en el que las masas se enfrentaron al gobierno títere del imperio británico del Partido Nacional Unido, confluyeron varias fuerzas de izquierda entre ellas el LSSP de tendencia trotskista pero alineado con el pablismo liquidacionista. Durante esta lucha las masas fueron como en otras experiencias, atadas y traicionadas por sus direcciones políticas. El LSSP entró en confluencia, como parte de la política de Pablo – Mandel, con el estalinismo y dejó a las masas abandonadas que sufrieron la represión del gobierno. Esta situación provocó que el movimiento fuera liderado por posiciones del nacionalismo burgués como el Partido de la Libertad de Sri Lanka (SLFP) y el Congreso Indio de Ceilán.
Posteriormente el gobierno fue derrocado y el descontento de las masas trabajadoras fue canalizado a las elecciones. En ese momento las direcciones políticas estalinistas y pseudotrotskistas no tenían un camino revolucionario que ofrecer ante la insurrección. Estas mismas fuerzas terminaron a la cola del nacionalismo burgués del SLFP y el partido Lanka Sama Samaja terminó dando un apoyo crítico al gobierno que abiertamente apelaba al nacionalismo cingalés contra los tamiles, política que terminó dividiendo a la clase obrera que lideraba las protestas. Posteriormente el LSSP degeneró aun más participando de un gobierno de frente popular y actualmente gobierna algunos municipios de la isla.
Es momento de luchar por el poder
Actualmente las masas están enardecidas por las condiciones de vida a las que han sido arrastradas. Los partidos de oposición tratan de contener el levantamiento llevando a formar una coalición que sostenga el gobierno burgués. Sin embargo, las masas trabajadoras deben comprender que estos partidos están al servicio de la burguesía, que cualquier forma de atar la lucha independiente de la clase obrera con las trampas de la burguesía llevará el levantamiento en marcha a la derrota.
El proletariado debe prepararse formando sus organismos de lucha independientes de las distintas facciones de la burguesía, retomar sus tradiciones de lucha, volver a partir al ejército como en el Hartal, armarse para la autodefensa revolucionaria y acaudillar a la masa del campo. El proceso abierto desde hace meses es lento, el campo tiene que despertar y sumarse a la movilización popular. Es innegable la importancia de la ciudad y de la clase obrera en esta lucha en ascenso; ella debe encabezar la lucha contra el hambre expropiando sin pago y poniendo bajo su control los grandes supermercados, bancos y farmacias, confiscando las tierras para repartirlas entre los campesinos pobres.
Dentro de las demandas básicas que existen en las masas laboriosas se insertan también la cuestión nacional. Durante décadas, comunidades étnicas y religiosas se han enfrentado en este país insular, con una mayoría cingalesa budista y los que pertenecen al tamil hindú como la principal minoría nacional con la que el conflicto ha sido prolongado y sangriento. Se han sucedido diversos ataques entre estos grupos fomentadas por el chauvinismo de las burguesías nativas. La realidad es que bajo el capitalismo el dominio burgués puede revestirse de cualquier idioma y tradición cultural o religiosa. Las nacionalidades oprimidas de este país deben pelear por el establecimiento de una federación socialista en Sri Lanka reivindicando su derecho a la autodeterminación nacional, lucha que debe ser encabezada por el proletariado y unificada con la lucha de las masas explotadas de la India con quienes están unidos por múltiples lazos.
La revolución permanente consiste precisamente en la combinación de las tareas democráticas burguesas y las socialistas de las masas trabajadoras que se combinan en un programa de transición para la lucha por el poder, por la dictadura del proletariado. Pero esta lucha no puede mantener solamente en las estrechas fronteras, la cercanía de esta nación con la India hace innegable la necesidad de unir la lucha contra el hambre con las demás naciones atrasadas de Asia como Myanmar que lucha contra la dictadura militar y también con la lucha en las metrópolis imperialistas, donde está la tecnología para sacarlas del atraso.
La tarea del proletariado es la toma del poder, el establecimiento de su dictadura contra la burguesía que se enriquece mientras los pobres pasan hambre y el campo quiebra. Solo el verdadero trotskismo puede dirigir esta lucha, crear los partidos revolucionarios que la clase obrera necesita para vencer y unirlos bajo las banderas de la Cuarta Internacional que tiene que ser refundada bajo los principios fundacionales de 1938.