
Luego de 20 años de invasión militar norteamericana los talibanes derrocaron al gobierno afgano de Ashraf Ghani el pasado 15 de agosto. Luego de llevar meses tomando el control de las principales ciudades del país y tras la retirada de militares norteamericanos y tropas de la OTAN, los insurgentes lograron ingresar a la capital Kabul sin encontrar resistencia de las fuerzas gubernamentales. Esto representa una victoria militar, aunque parcial, de la nación afgana frente a la potencia invasora norteamericana.
Como sabemos, para los marxistas, uno de los principales conflictos de la actualidad es la relación entre países oprimidos y países opresores. La liberación de una nación atrasada y aplastada militarmente por una potencia opresora resulta progresiva. Sin embargo, esta maniobra militar, no implica, ni mucho menos, la liberación de la nación afgana de las garras del capital financiero que utilizará incluso las viejas estructuras feudales para perpetuar el control político y mantener la sobreexplotación capitalista. Ni la república burguesa más libre puede evitar este relativo control y subordinación.
El retiro de las tropas norteamericanas de suelo afgano se fue dando durante los diferentes gobiernos yanquis, pero fue Biden quien finalmente terminó de hacerlo. Este retroceso quizás pudo tratarse de un plan preventivo ante el avance de los talibanes y por el fracaso de la Operación Libertad Duradera. Los invasores nunca pudieron establecerse firmemente sobre las estructuras del país. El gobierno norteamericano negociaba directamente con los islamistas, mientras estos atacaban no solo a los militares yanquis sino también a las fuerzas del régimen de colaboración afgano. El gobierno de Ghani adoleció siempre de debilidad, los norteamericanos no les entregaban armas, solo el apoyo directo de las tropas invasoras y la formación militar.
Esta retirada del imperialismo no se ha desarrollado en medio de un levantamiento revolucionario de las masas de la ciudad y el campo por sus derechos nacionales. Esta situación no ha hecho más que plantear el problema sobre las cuestiones nacionales que deben resolverse. Los talibanes levantan las armas contra el gobierno títere de Washington, cuando este fue resueltamente abandonado, pero no armará a las masas para ponerlas en franca rebelión contra los explotadores y saqueadores de la nación afgana. Esa tarea le corresponde al proletariado insurrecto que debe apoyarse en las masas pobres del campo y en el proletariado de la metrópoli norteamericana.
Los islamistas insurrectos hablan del fin de la guerra en Afganistán, pero los comunistas debemos declararles la guerra a todos los opresores, es claro que ellos no harán esto jamás, pero incluso para defenderse de la invasión imperialista, los revolucionarios estaremos indudablemente con todas nuestras fuerzas en la trinchera de la nación oprimida.
El sometimiento colonial de Afganistán podría haber disimulado el conflicto interno de clases para provecho de los talibanes, que, si bien no se muestran con una fuerte base de apoyo en un levantamiento revolucionario de masas para el acecho al gobierno colaboracionista, pudo haber encontrado la posibilidad de su ofensiva en cierta colaboración o neutralidad de las masas hambrientas que han venido padeciendo los estragos de la invasión con hambre y represión.
Si en estos momentos el país es gobernado por una reaccionaria burguesía islámica se debe básicamente a la debilidad que tuvo el proletariado por responsabilidad de sus direcciones para llevar adelante una política independiente de liberación nacional que enfrentara al imperialismo. Ahora fracciones burguesas tratan de reconstruir la opositora Alianza del Norte, coalición aliada de la Casa Blanca que se enfrentara al gobierno talibán colaborando con su derrocamiento en la invasión del 2001.
Por otra parte, muchos reformistas hablan ahora en nombre de la mujer afgana y de la hostilidad de los talibanes respecto a sus derechos, que la mujer se vea sometida bajo las garras del islam resulta lo mismo que someterse al catolicismo o protestantismo occidental. Para los marxistas, la liberación de la mujer iniciará con la conquista del poder por el proletariado y con el derrocamiento de la propiedad privada. Como sea el caso, bajo la tutela del imperialismo cualquier medida en apariencia progresista terminará sirviendo al capital.
La situación actual pondrá en evidencia los antagonismos de clase al interior del país, desenmascarará a la burguesía islámica como socia de la sobreexplotación del pueblo pobre afgano, el negocio del saqueo imperialista solo ha cambiado de administrador. El proletariado es la única clase capaz de llevar adelante una verdadera independencia nacional y combinar estas tareas con las demandas más elementales del pueblo hambriento. Para cumplir este objetivo debe apoyarse en las masas del campo frente a la burguesía opositora que buscará usarlas para buscar otra vez el poder. El proletariado internacional debe prestar total apoyo en esta lucha, sobre todo los trabajadores de EEUU, la principal potencia que oprime a esta nación. Los países pobres de Asia deben levantarse contra las potencias que los oprimen, allí se encuentra Myanmar resistiendo el regreso de la dictadura militar, los hambrientos en el Líbano y las martirizadas masas de Medio Oriente que siguen resistiendo los planes del imperialismo, la Palestina ocupada también se encuentra en pie de guerra, este es el camino de lucha emprendido por el proletariado en toda la región y el mundo.
Los reformistas tal cual como traicionaron ayer al Afganistán invadido vuelven a traicionar abandonando al proletariado o subordinándolo a alguna fracción burguesa llamando a resistir cualquier intervención sin tocar los negocios del capital, esto es un absurdo, cuando hay que expropiar los negocios del imperialismo para proveer de alimentos al pueblo hambriento. El armamento del pueblo trabajador debe estar a la orden del día cuando Biden ha amenazado nuevamente con sus mercenarios a la Afganistán explotada. Solo bajo la dictadura revolucionaria del proletariado, será posible conquistar la verdadera liberación nacional. Para llevar adelante estas tareas hace falta un partido revolucionario, la Cuarta Internacional debe ser refundada para que el proletariado lleve adelante una verdadera política revolucionaria e internacionalista.