
La madruga del miércoles 7 de julio fue asesinado el presidente de Haití, Jovenal Moïse. Las primeras investigaciones señalan que se trató de un grupo de mercenarios que asaltó su residencia y lo acribilló. Ha muerto el mandatario de un país colonial que promovió la invasión de las tropas de EE. UU. en su nación, un administrador del saqueo y la ocupación imperialista y represor del proletariado más hambriento del continente americano.
Este asesinato solo demuestra una vez más cómo la burguesía resuelve las pugnas en el poder, de cómo la presidencia de las republiquetas son un botín entre las pandillas burguesas. En las colonias y semicolonias de América Latina y El Caribe se evidencia con gran profundidad la degradación que impone el imperialismo. Aquí se ha invadido, masacrado y saqueado las naciones en nombre de la “libertad” y la “democracia”. El imperialismo norteamericano ha hecho de estos pueblos oprimidos una pérfida prisión.
Desde que Moïse llegó al poder en noviembre de 2016 en medio de un circo electoral, enfrentó fuertes protestas por los planes de ajustes que implantó a favor del imperialismo. Colaboró con la intervención yanqui y las tropas de ocupación, impuso el aumento de la gasolina reprimiendo fuertemente las protestas de los trabajadores que pedían aumentos, decretó el aumento de los impuestos a varios servicios básicos como parte de las peticiones del Fondo Monetario, uno de estos ajustes tuvo que ser revertido porque el proletariado empezó a incendiar las instituciones del régimen, que terminó asesinando a los manifestantes. Ya en las calles se luchaba por la caída de Moïse involucrado en actos de corrupción. En nuevas protestas en 2019 los manifestantes llegaron a apedrear la residencia del mandatario y empresario bananero y hasta los organismos internacionales y la burguesía local intentaban negociar su dimisión ordenada para que la revolución no le cortara la cabeza, para que no sean las masas las que con sus propias manos ajusticien al criminal de Moïse y su junta de mercenarios.
Si algo queda claro es que este asesinato no es el punto álgido de un proceso revolucionario en curso del proletariado haitiano. Entre los capturados se identificaron exmilitares colombianos y norteamericanos de origen haitiano; no sería la primera vez que el imperialismo y la burguesía lacaya utilizaría mercenarios de naciones serviles para sus intereses gansteriles. Sin embargo, lo que sí ha dejado este asesinato es la fuerte represión contra el pueblo hambriento: se ha declarado el estado de sitio y el ejército se ha adueñado completamente del país. Se persigue a opositores al régimen invadiendo sus casas y torturándolos en las carceletas, además de que las autoridades vienen pidiendo la intervención de EE. UU. y sus militares en aeropuertos y zonas claves del país para asegurar las ganancias del capital y para “reestablecer el orden público”. Ya ha arribado al país una comisión internacional liderada por Washington para “restablecer la calma” y consensuar la continuación del poder de la junta de Moïse, mientras el país sigue intervenido por la potencia opresora norteamericana.
El mandato de Moïse había terminado formalmente en febrero de este año, sin embargo, procuró la continuación de su gobierno con medidas fuertemente bonapartistas como han sido aplicadas en el resto del continente. El parlamento quedó prácticamente disuelto y las contiendas entre las pandillas burguesas empezaron a acrecentarse junto con grupos paramilitares que vienen cometiendo masacre tras masacre durante los últimos años en los principales barrios de Puerto Príncipe.
Ese mes su gobierno enfrentó fuertes protestas callejeras que exigían su caída y tenía a la oposición burguesa pidiendo el traspaso de poder. Las medidas que venía aplicando Moïse eran el fortalecimiento del régimen militar-policial insistiendo en cambios constitucionales mientras aplicaba decretos “para el fortalecimiento de la seguridad pública” que condenaba como delitos de terrorismo a actos de “vandalismo callejero” llegando a penas de hasta 50 años de cárcel, además se creó la Agencia Nacional de Inteligencia para la persecución de opositores y cuyos agentes gozaban de total impunidad. Para la aplicación de los cambios constitucionales a través de referéndum y las nuevas elecciones, el presidente había establecido un calendario que fue elaborado por un Consejo Electoral Provisorio nombrado por decreto por el mismo Moïse. Ante este escenario las pandillas burguesas buscaban arrebatarse el control del país de diferentes formas y la que terminó resolviendo el asunto fue el asesinato directo del presidente.
Hasta el momento no se ha podido establecer con certeza la autoría intelectual del asesinato. Sin embargo, el imperialismo ya ha respaldado al primer ministro Ariel Henry, designado por Moïse un día antes de su asesinato, para conformar un gobierno “consensual e inclusivo” y terminar cumpliendo con el mandato de EE. UU. que antes había sido el respaldar al presidente interino Claude Joseph sostenido por la casta militar-policial de la colonia haitiana. Como es evidente esta élite de mercenarios uniformados es fiel sirvienta de EE. UU. Y ahora están sosteniendo al nuevo gobierno que se terminará formando con los mismos políticos al servicio de la burguesía mientras se busca escarmentar a los trabajadores hambrientos con más cárcel y represión.
La actual situación solo demuestra el nivel de podredumbre que ha llevado la burguesía a la nación caribeña. Solo el proletariado de la isla junto al de todo el continente y apoyado directamente en la clase obrera norteamericana podrá encontrar la salida a esta crisis que se vive actualmente producto del saqueo imperialista y la represión brutal. Para que el proletariado pueda comer, la burguesía y sus sirvientes deben ser expropiados, la casta militar y policial deben ser desarmadas para acabar con los asesinatos al pueblo pobre y poder defendernos de la ocupación imperialista. La nación oprimida podrá liberarse con la clase obrera encabezando a los hambrientos del país y llevando adelante la revolución proletaria como parte de la lucha por una Federación de Repúblicas Socialistas Soviéticas de América Latina. El proletariado encontrará apoyo en los más recientes levantamientos del continente, principalmente en Colombia y en el proletariado hambriento de Cuba que se ha levantado contra la miseria a la que lo llevó la farsa del supuesto socialismo en una sola isla.
Para que la verdadera dictadura del proletariado avance necesita refundar su partido mundial, la Cuarta Internacional y reestablecer el legado de Marx y Lenin que falsos trotskistas, estalinistas y castristas han ensuciado con los intereses de la burocracia obrera.