
La pandemia y la cuarentena militar del hambre han venido provocando levantamientos en todo el mundo. Las condiciones de vida ya insoportables se exacerbaron más a causa de las restricciones que los gobiernos decretaron por el COVID-19. Los eslabones débiles no han resistido más y en el Líbano se levantan los proletarios abiertamente contra las medidas de confinamiento que provocaron más miseria y hambre. La cuarentena militar solo trató de salvar el sistema de salud burgués a costa de las masas hambrientas. Esto ha fracasado. Ha quedado la militarización de los países que preparan las más duras represiones como ya se han visto en Francia, Colombia, Chile, Indonesia, etc.
Con la moneda devaluada, la deuda pública creciente, los recortes que exigen los prestamistas internacionales, el masivo desempleo, el aumento del precio de los alimentos y el hambre generalizada las masas libanesas no resisten más. La revolución libanesa de octubre de 2019 detenida por la cuarentena para “contener los contagios” se abriría paso el año pasado contra toda la contención de los partidos reformistas y ahora “las protestas por el pan” vuelven a las calles con mayor fuerza y determinación. El proletariado no ha agotado sus fuerzas y con sus métodos revolucionarios lucha contra el régimen burgués administrado por la Corriente Patriótica Libre (del presidente Michel Aoun) en coalición con Hezbolá y Amal y el ministro Hariri que dimitió por las protestas del 2019.
Luego que el gobierno del primer ministro y empresario Hariri anunciara la prolongación del confinamiento y un toque de queda las 24 horas del día estallaron las protestas en Trípoli, la segunda ciudad más poblada del país y con casi el 80% de pobreza y la mayoría de la juventud desempleada. De inmediato se convocaron movilizaciones en todo el país llegando hasta la capital Beirut. Los enfrentamientos con la policía dejaron cientos de heridos y el asesinato de un panadero en la ciudad norteña. Enardecida por el crimen, la juventud explotada empezó a atacar las instituciones de la burguesía prendiendo fuego a la alcaldía y atacando a pedradas la comisaría y con bombas molotov al ejército.
La quiebra del país ha provocado protestas desde el 2019. Se han robado todos los ahorros del pueblo. Hace más de dos años que se restringen los retiros por mes y el acceso a cuentas en moneda extranjera. La forma de sacar el dinero es a través de la conversión a la libra libanesa que ha perdido un 80% de su valor respecto al dólar mientras los precios van en aumento y los salarios recortados a la mitad. Los parásitos del Banco de Líbano denunciados por fraude piramidal (Esquema de Ponzi), son sirvientes de la potencia francesa y su capital financiero que envía todo el material al gobierno de Aoun para reprimir las protestas. El FMI exige recortes en los servicios de electricidad y otros para poder dar los préstamos cuando Líbano no ha podido siquiera pagar los eurobonos en el pasado marzo a los rufianes de las potencias europeas. “¿Cómo podemos pagar a los acreedores mientras hay gente en las calles sin dinero para comprar una barra de pan?” dijo el exministro Hassan Diab el año pasado. Y es que el saqueo de las potencias garantizadas por el gobierno corrupto de Líbano ha llevado a la total quiebra del país, en ese sentido, la cuarentena militar solo es una expresión más de un régimen podrido hasta la médula que manda a morir de hambre y enfermedad a los oprimidos encerrados en sus pocilgas.
El reformismo ha cumplido su sucio papel, sin su apoyo, la burguesía no hubiera podido aplicar la cuarentena militar. La burguesía sabe que el enemigo verdadero no es el virus sino los millones de desempleados y hambrientos que ahora protestan en todo el mundo. La “preocupación” de la burguesía por la salud en El Líbano se revela en que el 91% de muertes son por enfermedades no transmisibles. Antes de dejar morir a los contagiados de COVID-19 sin tratamiento y en cuarentena ya dejaba morir a los pacientes por enfermedades curables o prevenibles restringiendo el acceso a los hospitales y medicamentos con el 85% de la salud del país privatizada y haciendo grandes negocios con las farmacéuticas.
El reformismo se ha convertido en el sostén de izquierda de todos los regímenes burgueses que enfrentan la pandemia. Se ha unido en sus sinceros “pero limitados” deseos de enfrentar la pandemia. Ha terminado nuevamente subordinando los intereses históricos del proletariado a la política criminal de la burguesía. Mientras los reformistas suplican una “cuarentena sin hambre” los revolucionarios les decimos a las masas que sin tomar el poder no terminará esta cuarentena militar del hambre ni podremos salvar a nuestros hermanos que mueren todos los días por falta de camas, oxígeno, hospitales y tratamientos.
Las masas libanesas muestran el camino para el proletariado. Su acción revolucionaria choca paso a paso con la “necesidad de la cuarentena” que suplican los reformistas. Aquellas masas proletarias que pedían pan ahora exigen el fin del confinamiento impuesta por el gobierno de Aoun y Hezbolá. Ahora vemos cómo los “desclasados” anticuarentenas y “pobres diablos” ganan las calles nuevamente levantando barricadas e incendiando comisarias en rechazo al confinamiento. Son los mismos parias que hace menos de un año salieron a las calles a marchar el Primero de Mayo salvando el legado de los Mártires de Chicago y del proletariado mundial, mientras los estalinistas y seudotrotskistas organizaban “protestas virtuales”. Aquí está nuevamente la legión de hambrientos que tiene más posibilidades de vivir haciendo la revolución que en cuarentena.
Esta ola de levantamientos y rebeliones se viene contagiando por todo el mundo. Ya hace un año el proletariado libanés seguía su instinto internacionalista para derrocar al gobierno: “En las revoluciones del resto de países de la región tuvieron que derrocar a un Ben Alí (Túnez), a un Mubarak (Egipto) o a un Gadafi (Libia), aquí tenemos que derrocar a seis: uno por cada confesión en el poder” declaraba un joven de las barriadas de Beirut. Y es que esta revolución “no es más que el preludio de movimientos más grandes” dice un explotado en Trípoli.
“Tenemos hambre” es el grito de la revolución en Líbano y de los proletarios en todo el mundo que enfrentan las políticas de confinamiento de la burguesía. Miles de refugiados sirios y palestinos se encuentran en la miseria total en Líbano. Este grito de los oprimidos debe extenderse y tomar las calles como está sucediendo en Túnez, para retomar la revolución en Magreb y Medio Oriente enfrentando al genocida Al Assad, y destruir el Estado yanqui-sionista de Israel. Ningún gobierno burgués “progresista” en la región podrá darles a las masas el pan y la libertad, ninguna coalición de los partidos del proletariado con la burguesía podrá romper las cadenas de la opresión imperialista.
La formación de organismos soviéticos está a la orden del día, las masas deben conquistar sus propios comités de lucha con delegados de los soldados rasos y levantar la autodefensa proletaria para enfrentar al régimen del hambre. Solo el proletariado arrastrando a las masas explotadas del país y a través de una gran asamblea nacional revolucionaria podrá terminar con las deudas y contratos con el imperialismo que ahogan al pueblo pobre, luchando por la autodeterminación nacional y una república laica, democrática e independiente. Solo expropiando sin pago a los bancos y supermercados podremos conquistar el pan para nuestros hijos. Tomando las empresas y hospitales bajo control de sus trabajadores podemos garantizar el empleo y la salud que el capitalismo nos niega.
La lucha del proletariado en los países en Medio Oriente debe ser por una Federación de Países Socialistas Soviéticos que debe unirse al proletariado de la metrópolis francesa que combate en las calles contra el régimen de Macron. En esta unidad internacional está la clave de la victoria en los países oprimidos y la garantía de la victoria del socialismo mundial.
Frente a estos momentos de crisis la vanguardia obrera consciente debe pelear por una dirección capaz de ganarse el apoyo de las masas planteándole medidas transitorias que lleven sus demandas a luchar por la dictadura del proletariado sobre los escombros del régimen burgués. El reformismo puede seguir pidiendo cuarentena mientras las masas mueren de hambre en Líbano, los revolucionarios debemos seguir peleando para poner en pie nuevamente nuestro partido mundial: la Cuarta Internacional. Esta es la bandera que levantarán los hambrientos en todo el mundo frente al capitalismo decadente.