
El 6 de enero en Washington, grupos armados que se encontraban en la manifestación convocada por Trump cerca de la Casa Blanca entraron al Capitolio e irrumpieron durante la certificación que hacía el Congreso del triunfo de Biden en las pasadas elecciones presidenciales de EE. UU. Las raíces de estos sucesos, como todo, hay que buscarlas en las condiciones de las clases sociales vivas y sus intereses.
La trampa de las elecciones
La situación económica del imperialismo norteamericano afrontaba antes de la pandemia una crisis que ha sido profundizada por la cuarentena y sus restricciones. El agravamiento de la miseria, la quiebra y el desempleo impulsan a las masas a buscar una salida a su situación. Como en varias partes del mundo la cuarentena terminó en estallidos sociales que amenazaron la frágil estabilidad política, pero el desarrollo de ascensos revolucionarios fue frenado con artimañas políticas y con la represión del régimen, esto hace posible que aparezcan en respuesta al movimiento revolucionario acciones reaccionarias. En ese sentido se hace preciso valorar los elementos del conflicto abierto, de ese análisis se desprenderá la política que el movimiento proletario debe desarrollar para hacer avanzar la lucha al triunfo. Lo que queda claro es que la burguesía podrá utilizar todas las herramientas para perpetuar su poder, incluso el advenimiento de golpes bonapartistas o el fascismo directamente.
El capitalismo en decadencia produce crisis, guerras, golpes de estado, insurrecciones fascistas y revoluciones. La miseria generalizada de las masas hambrientas oprimidas por una insignificante minoría del planeta produce inevitablemente convulsiones que se expresan en luchas revolucionarias contra la burguesía o en masacres de la reacción al proletariado. Guerras en Medio Oriente, caída de gobiernos, insurrección fascista en Ucrania, huelgas generales en Grecia, Frentes Populares en Bolivia, etc. Todos estos acontecimientos están sujetos a las mismas leyes de la sociedad y EE. UU. no es la excepción. Desde luego existen diferencias entre las naciones por el grado de dominio de los recursos del planeta y distintas marchas del ritmo en los acontecimientos, pero no hay consuelo en la “poderosa democracia norteamericana” frente a las leyes de la decadencia capitalista.
Si bien el aparato policial del régimen norteamericano ha sido utilizado para reprimir salvajemente a los trabajadores como en las multitudinarias protestas por el asesinato de George Floyd; y el político, para subordinarlos a los demócratas y republicanos en las pasadas elecciones, la burguesía también necesita bandas fascistas para atacar a las organizaciones del proletariado. Los capitalistas consiguen estas bandas de las clases medias arruinadas. La existencia de estas milicias no es una novedad, pero la cuestión es el rol que han jugado en la toma del Capitolio y el papel de Trump en esta irrupción y su relación con estos grupos fascistas.
En primer lugar, las enormes manifestaciones que incendiaban instituciones policiales del pasado año fueron subordinadas por sus direcciones políticas a las instituciones judiciales del régimen. El levantamiento fue contenido desde adentro para salvar a la racista y criminal institución policial norteamericana. En lugar de pelear por la disolución de estas fuerzas represivas, los dirigentes del movimiento se pusieron a la cola de Sanders para pretender reformarlas. La lucha fue abortada y el retroceso parcial del movimiento implicó un reflujo. El proletariado quedaba subordinado gracias a sus direcciones pequeñoburguesas a la trampa electoral entre demócratas y republicanos. Así, sin ofrecer una salida a la crisis del resto de explotados, la pequeña burguesía seguía manteniendo ilusiones en el Congreso norteamericano. En la medida que el corazón del imperialismo mundial tenga ventajas por su posición dominante en el mundo los partidos de la burguesía lograrán mantener las esperanzas de la pequeña burguesía en medidas “progresivas” y “pacificas” para solucionar su crisis. Los demócratas y republicanos podrán maniobrar y engañar dentro del orden “democrático” mientras la miseria de las masas sea tolerable y guarde esperanzas en el futuro.
Una manifestación fascista de presión
En segundo lugar, el partido Republicano al que pertenece Trump no es fascista, ni este es Hitler. Se trata de un fuerte partido de la criminal democracia burguesa norteamericana que junto a los Demócratas invade países y patrocina golpes de estado por el mundo. La denuncia de Trump por fraude electoral no cuestionaba de ninguna manera el régimen parlamentario en Washington. La manifestación que terminó irrumpiendo en el Capitolio buscaba presionar a la Cámara de Representantes para que Trump fuera reelegido como presidente. De tal forma que, los fascistas que entraban al Capitolio no pretendían imponer un régimen fascista, trataban en todo caso formalmente de defender el resultado electoral que más les convenía, era una presión dentro del régimen parlamentario que quizás hubiera significado acentuar más sus fuertes rasgos bonapartistas, pero no un salto cualitativo en ese sentido.
Entonces, este ataque que tuvo más de acción de vanguardia que de insurrección de masas no se trataba de un levantamiento fascista. Los fascistas terminaron desbordando la movilización reaccionaria convocada por Trump. Incluso muchos manifestantes de “Save America” se pronunciaron en contra del asalto. El mismo Trump salió de inmediato a desmarcarse del ataque y envío a la gente a sus casas para posteriormente asegurar que haría una “transición ordenada”. Algunos grupos supremacistas blancos como los Proud Boys ya han denunciado a Trump por ser “un fracaso total”[1] acusándolo de traidor por no reivindicar la violencia en el Capitolio.
Y es que el fascismo podría actuar dentro del régimen parlamentario o bonapartista como parte de sus tácticas para llegar a sus objetivos. Definitivamente el gobierno de Trump les hubiera permitido mayor capacidad de despliegue y organización. El fascismo puede hacer frente único con las alas más a la derecha del régimen o formar pactos circunstanciales, sin embargo, uno de sus objetivos fundamentales es poner en pie un movimiento político de masas Para esto es necesario la propaganda y por su consecuencia significaría asumir la responsabilidad de sus acciones, el fascismo reivindica un programa y sus métodos para atraer a la pequeña burguesía desesperada, así muchos de ellos han asumido en público las acciones del Capitolio siendo detenidos por el FBI[2]. Por otro lado, lo que hemos visto en Trump y los republicanos es lo contrario, en ese sentido, dentro de la manifestación reaccionaria no ha habido más que una débil alianza entre fracciones de la reacción.
A lo sumo, podría decirse que se trató de un intento de semigolpe fascista. Por un lado, no se trataba de una mera demostración de fuerzas atacando al proletariado o a sus organizaciones, sino que los fascistas con armas en mano irrumpieron en la institución que representa la democracia del imperialismo. Estas milicias reivindican abiertamente su ideario político, su vocación antiparlamentaria y su odio al proletariado que lo han expresado con ataques directos a inmigrantes, afroamericanos, etc. Así mismo no se trata de un golpe de estado que cambiaría drásticamente el régimen norteamericano parlamentario con rasgos bonapartistas al bonapartismo propiamente dicho o a uno fascista. Si los militares hubieran estado en confluencia con Trump y este apoyado en las bandas fascistas se perpetuaba en el poder, hubiera sido el primer peldaño del bonapartismo.
Incluso si se hubiera conseguido la rectificación electoral, Trump seguiría siendo presidente con más del 45% de apoyo de los electores. Por eso el triunfo de la irrupción no hubiera implicado cambiar el régimen sino mantener a un presidente al cual se le habría “robado” las elecciones y violentado así la “democracia” y la constitución. Tanto es así que en los mecanismos de la democracia burguesa norteamericana esta objeción al proceso electoral es reconocida en el Colegio Electoral. La campaña de Trump era de presión política a Mike Pence y los republicanos en la Cámara de Representantes y el Senado para objetar las elecciones mientras intentaba recursos legales, sin embargo, dentro del orden electoral que esto ocurriera era muy poco probable, pero en política no es la formalidad jurídica la que define el asunto, sino la relación entre las fuerzas de las clases sociales es la que determina el gobierno y en última instancia sostiene un régimen. Evidentemente existen fracciones de la reacción mucho más impacientes, son estas las que incitan más a tomar las acciones directas de inmediato. Pero estas son fracciones que pueden actuar con cierto arrebato mientras el régimen está relativamente estable. Precisamente el arrebato de estas fracciones abre el camino para ganar la confianza de la clase media pobre luego de que el parlamentarismo o bonapartismo rompa sus ilusiones. La única alternativa frente a esto es el avance de la revolución proletaria.
¡Hay que aplastar al fascismo!
El capitalismo siempre atacará inevitablemente la condición de vida de las masas, tras la pandemia y la cuarentena la ruina se ha comenzado a propagar en la pequeña burguesía más pobre mandándola de golpe a la miseria. Por eso los discursos de Sanders sobre fortalecer a la clase media no prosperará en los límites que impone el capitalismo decadente como él pretende. En todo el mundo estas tendencias reformistas burguesas pierden sentido y fracasan como Syriza en Grecia, Podemos en España o el chavismo en América Latina.
La pequeña burguesía nutrió la marcha reaccionaria al Capitolio, dentro de esta, las milicias fascistas siguen siendo grupúsculos que para crecer necesitarían sacar sus elementos de las capas más bajas de los sectores medios y esto se conseguiría en detrimento de los dos más grandes partidos burgueses de EE. UU. que por ahora siguen embaucándolas con la ilusión democrática, no hay que olvidar que las recientes elecciones tuvieron la mayor participación de votantes de las últimas décadas.
Entonces, no se trata pues de un resquebrajamiento importante del régimen del imperialismo norteamericano que vaticina su hundimiento irremediable por fuera de las fuerzas del proletariado y la lucha de clases. Históricamente la debacle del capitalismo es inevitable, pero se necesita de la acción del proletariado revolucionario para derribarlo. Tampoco hay que subestimar la acción de estas milicias fascistas como una horda de locos, la presencia de estos grupos que viene atacando al proletariado hace necesario levantar una inmediata política de defensa activa que prepare un ataque a estas bandas.
Ante el ataque de los fascistas, el DSA (Socialistas Democráticos de América) levanta una política conciliadora con Sanders y el ala izquierda del partido Demócrata para poder presionar a sus parlamentarios en medidas que enfrenten a Trump: “Debemos movilizarnos por todo el país para forzar a nuestros congresistas a volver a reunirse y hacer avanzar las medidas propuestas por los representantes Cori Bush e Ilhan Omar: quitar a Trump de la presidencia y expulsar a los legisladores republicanos que instigaron la violencia.” Así buscan presionar al régimen burgués par que tome las medidas necesarias dentro del mismo régimen criminal que permite actuar impunemente a las milicias fascistas.
Bajo la misma apreciación, la burocracia sindical de la AFL-CIO no ha podido capitularle mejor al nuevo gobierno para ayudarle a enfrentar al “enemigo” de la “democracia”: “En una semana y un día, Joe Biden tomará posesión. Estamos dispuestos a trabajar con él todos los días siguientes. Para sanar nuestro país”[3]. Días después, tras la toma de posesión, empezarían a apoyar sus medidas: “Damos la bienvenida a las acciones del presidente Biden para revertir las políticas de inmigración crueles, racistas y divisivas de la administración Trump e introducir alternativas constructivas e inclusivas”[4]. De esta forma vergonzosa estos dirigentes de la principal central sindical de trabajadores sostienen al nuevo administrador del imperialismo norteamericano en “defensa de la democracia” norteamericana que subyuga a las demás naciones del planeta, organiza masacres y genocidios en Medio Oriente y viene reprimiendo a los migrantes en Centro América.
Sobre el reciente presidente electo Joe Biden ya habíamos denunciado que:
(…) como demócrata conservador no ofrece ningún cambio sustancial, ni siquiera en el discurso. Sus propuestas sobre reformas en salud, leyes laborales más estrictas para la clase media, una política de inmigración “humanitaria” y mejoras salariales para los educadores, ahora se han convertido solo en críticas a la gestión de Donald Trump y ha agregado una improvisada reforma judicial que incluyó en su agenda debido a las protestas. Pero no se puede esperar más del que fue alguna vez senador segregacionista y décadas después vicepresidente de Barack Obama, un gobierno “demócrata” que no solucionó ninguno de los problemas de los trabajadores negros y latinos[5].
También los falsos trotskistas de la FT, que siempre hablan de crear una opción “antisistema” y “anticapitalista” que le de al proletariado la oportunidad de presentar su salida alternativa a la crisis, presenta un programa reformista mediante un “partido de los trabajadores” que se siente en el parlamento para legislar con la burguesía una mejora progresiva de las condiciones de vida de las masas como en Argentina, todo esto dentro del respeto al régimen militar que sostiene la defensa de la “democracia”. Mientras anuncian el derrumbe del bipartidismo norteamericano alientan: “avanzar en la autoorganización de los trabajadores y los oprimidos, y para prepararse para enfrentar a los neoliberales y la ultraderecha no solo en las urnas, en las calles, comunidades y lugares de trabajo; sino también en el ámbito de las ideas y la teoría”[6]. Y es que si se cae la “democracia” no queda mucho espacio para sus acciones legislativas pacíficas y se repliegan al combate literario contra la reacción y el fascismo. Qué podrían decir estos reformistas sobre enfrentar “en las calles” al enemigo si como todos los reformistas del planeta han venido exigiendo la cuarentena al gobierno de Trump.
¡Basta de parlamentarismo!
Las direcciones reformistas del proletariado tienen responsabilidad en este asalto al Capitolio. Décadas de propagar el pacifismo entre las masas, reprimiendo las fuerzas revolucionarias del proletariado lo ha imposibilitado de ser una opción para la pequeña burguesía arruinada que ha empezado a buscar su salida en milicias que no están hechas solo de palabras sino de acciones contundentes.
Los revolucionarios debemos luchar por un programa que ponga en pie la milicia obrera para enfrentar a estos fascistas de una vez por todas. Bastaría con esta acción contundente de las organizaciones de masas del proletariado para hacer retroceder a los fascistas y aplastarlos. De esta manera la pequeña burguesía arruinada vería en el proletariado una clase fuerte que se plantea objetivos decididos para enfrentar la carestía de vida y la ruina general de las masas hambrientas. Mientras los fascistas irrumpen en el Capitolio las direcciones del proletariado subordinan a las masas a las instituciones, de esta manera terminan fortaleciendo a la reacción.
Como nos enseñaba Trotsky, no podemos solo atacar militarmente a los fascistas, la lucha consiste también en aislarlos políticamente y para esto debe llevarse a cabo acciones que respondan al interés de su base social, a la pequeña burguesía arruinada hay ofrecerle una salida a su crisis. Estas medidas no podrán ser ejecutadas ni por los Demócratas ni Republicanos.
Basta de medidas de presión a los partidos burgueses, es necesario un programa de acción revolucionaria para enfrentar la crisis que mata de hambre y enfermedad a los trabajadores y lleva a la quiebra de los sectores medios. La salida está en la expropiación sin pago de los parásitos banqueros, de las principales farmacéuticas que ahora negocian con la vacuna en todo el mundo. Para millones de trabajadores que se quedaron sin vivienda bastaría con expropiar las casas de los multimillonarios norteamericanos y las inmobiliarias que especulan con la construcción de viviendas. La privatización de la salud niega el servicio a enfermos que morían antes de la pandemia y que ahora no dan ninguna posibilidad de tratamiento a millones de infectados. Por eso la burguesía necesita imponer la cuarentena y salvar de la ruina a sus hospitales ya colapsados. ¡Abajo la cuarentena militar del hambre! Para acabar con el desempleo masivo provocado por las medidas de restricción en las principales ciudades de EE. UU. es necesario una reducción de la jornada y la escala móvil de salarios que incremente de acuerdo con el costo de vida.
La policía racista y mercenaria junto a sus instituciones cómplice del ataque al Capitolio debe ser disuelta por las milicias del pueblo pobre. ¡Que vuelvan las autodefensas de los 60! ¡Derecho político para los soldados! Por tribunales populares del pueblo pobre afroamericano para juzgar los crimines raciales. La justicia la hacen los trabajadores con sus organismos.
Los Estados Unidos de Norteamérica aprovechan su ventaja como nación opresora sobreexplotando los recursos de las naciones oprimidas para garantizar una relativa estabilidad en los sectores medios y en la aristocracia obrera. En la medida que pueda hacerlo el régimen se sostendrá sin profundos cambios. De allí que el proletariado de las colonias y semicolonias deba unirse al de las metrópolis para enfrentar al imperialismo que no es más que la propia burguesía que explota al proletariado en la potencia opresora.
Para lograr esta unidad y todas nuestras demandas es necesario que el proletariado más avanzado tome la tarea de refundar nuestro partido internacional. Solo bajo las banderas de la Cuarta Internacional el proletariado de todos los países podrá llevar adelante su lucha por conquistar un mundo más justo poniéndolo en guardia frente a la reacción y el fascismo, ya que este enfrentamiento se resolverá con las armas en la mano. Solo imponiendo la dictadura del proletariado en los EEUU, América y todo el mundo, avanzando al socialismo, será posible poner fin de manera definitiva a todo racismo, fascismo y explotación.
¡ABAJO BIDEN, LOS DEMÓCRATAS Y LOS REPUBLICANOS!
¡REFUNDEMOS LA CUARTA INTERNACIONAL!
[1] https://www.seattletimes.com/nation-world/nation/a-total-failure-the-proud-boys-now-mock-trump/
[2] https://www.seattletimes.com/nation-world/nation-politics/this-is-me-rioters-flaunt-involvement-in-capitol-siege/
[3] https://aflcio.org/speeches/trumka-workers-first-agenda-will-build-sustainable-economy-and-stronger-democracy (12 de enero)
[4] https://aflcio.org/press/releases/fixing-systems-have-failed-working-families (20 de enero)
[5] https://nrci.org/blog/2020/06/08/estados-unidos-la-revolucion-de-los-explotados-busca-abrirse-paso/
[6] http://www.laizquierdadiario.mx/La-toma-del-Capitolio-y-la-decadencia-del-imperio-bipartidista-estadounidense (7 de enero)