
Los explotados de Chile ya llevan una semana de movilizaciones contra el gobierno del multimillonario Sebastián Piñera siguiendo los pasos de la lucha de los obreros y campesinos pobres del Ecuador. El gobierno les ha declarado la guerra y sacado al ejército a las calles bajo el amparo de la misma constitución de la dictadura genocida de Augusto Pinochet, dejando varios muertos, heridos y detenidos a su paso. Y a pesar de las recientes concesiones del gobierno sobre el precio del metro y otras demandas, las masas siguen en las calles reclamando el fin de sus condiciones de miseria y desigualdad que se ocultaban tras la presuntuosa fachada de éxito capitalista.
La lucha de los trabajadores de Chile no es, por tanto, contra el “modelo neoliberal” sino contra el mismo sistema capitalista, porque es este el que genera la desigualdad y la falta de acceso a una educación, salud y pensión digna. La prueba irrefutable de esto es que estas condiciones de miseria también existen en países donde se viene aplicando otros “modelos” de capitalismo. Tenemos, por ejemplo, el caso de Nicaragua donde el gobierno bolivariano de Ortega impuso un pensionazo y luego reprimió brutalmente las protestas en su contra. Tenemos también el caso de Bolivia, donde el gobierno de Evo Morales impuso un gasolinazo a fines del 2010 y siguió gobernando para la burguesía nativa y las transnacionales. Y finalmente, tenemos el caso de Venezuela, donde bajo Chávez y Maduro se impuso la farsa del “socialismo del siglo XXI” que resultó siendo el mismo capitalismo semi-colonial de siempre pero quebrado por la caída del precio del petróleo.
La lucha de los explotados de Chile se dirige, entonces, contra las bases mismas del actual sistema capitalista mundial, aun cuando no sean plenamente conscientes de ello. Así, lo que se está desarrollando en Chile es la revolución socialista y no una revolución “democrática” como pretenden hacernos creer los falsos partidos “socialistas” de clase media. Estos partidos reformistas pretenden imponer la farsa del modelo de capitalismo bolivariano que ya demostró su fracasó en Venezuela y demás países donde se implementó. Pretenden reducir esta lucha a la conquista de una Asamblea Constituyente bajo el actual Estado burgués chileno, con su casta de oficiales asesina. Lo que los explotados de Chile y todo el continente deben comprender es que solo destruyendo por completo todas las instituciones políticas de la burguesía será posible el fin de la desigualdad capitalista y la solución a todos los problemas de los explotados.
Chile ya pasó por su experiencia de “socialismo del siglo XXI” gracias al gobierno de la Concertación de Michelle Bachelet, un gobierno que terminó odiado por los trabajadores, sobre todo por sus hijos en las escuelas públicas, reprimidos brutalmente por reclamar su derecho a una educación pública gratuita de calidad. La bancarrota de los gobiernos bolivarianos explica el triunfo electoral de la derecha pro-imperialista apoyada en una pequeña-burguesía confundida y decepcionada. Triunfo sostenido por la propia Concertación que reforzaba las ilusiones de los trabajadores en una caricatura de democracia parlamentaria que encubría el rol del ejército como verdadero poder fáctico, como se está demostrando claramente ahora. Contra estas dictaduras presidencialistas es que los explotados de América Latina se están levantando.
Sin embargo, ya no estamos en la época de la democratización burguesa. La Asamblea Constituyente es, por tanto, solo una consigna táctica, una demanda democrática que solo se podría realizarse plenamente bajo la dictadura del proletariado sobre la burguesía, dictadura revolucionaria que todos los reformistas sin excepción omiten de sus declaraciones a pesar de sus frases sobre el socialismo y un “gobierno de los trabajadores”. Por ejemplo, los socialdemócratas del PTR, satélite chileno del PTS argentino, en su declaración plantean claramente una revolución por etapas, donde primero se debe luchar por conquistar una Asamblea Constituyente como “medida de emergencia” y luego ya se lucharía por un gobierno socialista:
“Nosotros como socialistas revolucionarios, luchamos por un gobierno obrero de ruptura con el capitalismo que socialice los medios de producción. Sabemos que esta perspectiva no es aún compartida por la mayoría. Por esto proponemos como medida de emergencia ante esta situación, imponer una Asamblea Constituyente Libre y Soberana, a partir de la caída del gobierno y sobre las ruinas de este régimen, con representantes electos y revocables cada 20.000 electores y que ganen lo mismo que un trabajador, y que discuta sin ninguna traba todas las medidas sociales y políticas de emergencia en beneficio del pueblo trabajador”[i].
Por esta razón estos reformistas no plantean la toma inmediata de las minas de cobre y su expropiación sin pago bajo control obrero, como acción “de emergencia” de los trabajadores, sino todo lo hacen depender de la realización de una Asamblea Constituyente sobre “las ruinas de este régimen” (de la constitución pinochetista) pero bajo el mismo Estado burgués, porque en ninguna parte plantean la destrucción de su columna vertebral: las fuerzas armadas. En ninguna parte plantean la necesidad inmediata del armamento de los trabajadores, de la formación de comités de autodefensas equipados con armas de fuego, de la necesaria fraternización con los soldados rasos, etc. Lo del PTR-PTS es el socialismo parlamentario, pacífico, fabiano. Lo que quieren es repetir la tragedia de la “vía pacífica al socialismo” de Allende que terminó en la dictadura de su general Pinochet. Por esta razón, estos seguidores del estalinista Gramsci han eliminado toda referencia a la dictadura del proletariado. Lo que realmente quieren es reformar el Estado burgués, no destruirlo.
Lo mismo sucede con los falsos trotskistas de la LIT-CI y su sección chilena MIT. Estos revisionistas se oponen a la revolución permanente y plantean la “revolución democrática” del argentino Nahuel Moreno, una versión matizada de la revolución por etapas de Stalin. En su declaración llaman a la desobediencia a la tropa no solo del ejército sino también de la policía (carabineros)[ii] cuya única función es defender la propiedad privada de la revolución proletaria. Reconocer la esencia contrarrevolucionaria de la policía burguesa es un principio elemental del marxismo revolucionario. Trotsky ya explicó que incluso un obrero socialdemócrata convertido en policía deja de ser obrero y se convierte en un policía burgués:
“En caso de peligro real, la socialdemocracia no pone sus esperanzas en el ‘Frente de Hierro’, sino en la policía prusiana. ¡Mal cálculo! El hecho de que los policías hayan sido elegidos en una parte importante entre los obreros socialdemócratas no quiere decirlo todo. Aquí, una vez más, es la existencia la que determina la conciencia. El obrero, convertido en policía al servicio del Estado capitalista, es un policía burgués y no un obrero. En el curso de los últimos años, estos policías han debido enfrentarse mucho más a menudo a los obreros revolucionarios que a los estudiantes nacionalsocialistas. Por semejante escuela no se pasa sin quedar marcado. Y lo esencial es que todo policía sabe que los gobiernos pasan, pero la policía continúa”[iii].
El gobierno de Piñera puede caer, pero la tropa asesina de los carabineros permanecerá como fuerza mercenaria de la burguesía, como columna inconmovible del Estado burgués. A diferencia de los soldados rasos, que por su origen de clase y función social pueden ser ganados para la revolución, la tropa policial no puede ser persuadida y debe ser aplastada y desarmada sin piedad. Este es el ABC del marxismo, la primera regla sin excepciones extraída de 200 años de lucha de clases. Pero los morenistas no plantean esto porque sencillamente no son marxistas, son reformistas. Ese “gobierno obrero y popular” que proponen, protegido por la misma policía mercenaria de la burguesía, no es pues la dictadura del proletariado, es la dictadura de la burguesía bajo otras formas; no es un nuevo Estado, sino un nuevo régimen bajo el mismo Estado, es decir, es la “revolución democrática” que se inventó Moreno para sostener al gobierno de Alfonsín y otros gobiernos “democráticos” surgidos de la caída de los gobiernos militares en los 80.
Solo con la destrucción de la policía burguesa, del Estado y todas las instituciones políticas de la burguesía será posible el triunfo del proletariado. Solo bajo la dictadura del proletariado con el apoyo de todos los explotados será posible la conquista de cada demanda económica y democrática que ahora reclaman las masas. Evidentemente no podemos repetir el crimen del aislamiento nacional que terminó con la caída de la URSS por traición de la burocracia estalinista. La revolución socialista es por su propia naturaleza una revolución internacional, mundial. Las condiciones para esta unificación traspasando las fronteras burguesas están dadas. En Ecuador, Haití y Honduras, en Líbano, Irak y Francia, los explotados están saliendo a la calle a combatir a sus gobiernos, volviendo a encender la llama de la revolución latinoamericana, árabe y europea. Un nuevo continente aparece en escena con Hong Kong. Las condiciones objetivas para el triunfo del socialismo mundial están dadas, son las direcciones reformistas las que están impidiendo este destino victorioso.
En Chile, los dirigentes reformistas de la llamada “Unidad Social” están buscando contener la lucha de las masas en el marco de la conciliación de clases como hicieron sus pares de Ecuador. Demandan salario y empleo de forma general, sin plantear que el salario sea móvil en función del costo de vida y que el empleo sea garantizado con la reducción de la jornada de trabajo, consignas de transición que chocan objetivamente con la explotación capitalista. Tampoco plantean la toma de las minas y su expropiación sin pago y bajo control de comités obreros ni la estatización total y sin pago de la educación, la salud, el transporte, y las pensiones, como consignas económicas parciales que sirvan de puente para lucha por el socialismo. Se oponen también a las consignas anti-imperialistas elementales por el desconocimiento de todas las deudas y tratados con las potencias extranjeras. No plantean ninguna consigna de transición a la revolución socialista, porque sencillamente se oponen a muerte a esta en la medida que sus privilegios como burocracia sindical o aristocracia obrera los une a la clase media contrarrevolucionaria.
A nivel político, los reformistas se oponen a la auto-organización del proletariado y los explotados del campo y la ciudad. Buscan controlar a las masas desde sus puestos burocráticos en organizaciones sindicales subordinadas al Estado burgués y sus partidos políticos. Una de las tareas urgentes de la lucha en Chile es justamente el desarrollo de organismos autónomos de combate (como comités de lucha, de huelga, de fábrica, etc.) a través de asambleas de masas, donde se voten delegados revocables en cualquier momento, organismos de democracia directa que representen de forma inmediata a los explotados en pie de lucha y que sean totalmente independientes de todo partido burgués “progresista”. Sin embargo, no basta con llamar a poner en pie estos organismos como hacen los reformistas del PTR o el MIT. Es necesario también plantear su centralización nacional y armamento real. Porque solo así se puede hablar de un verdadero organismo de poder revolucionario. En este punto la agitación revolucionaria también choca con los anarquistas que si bien plantean el combate callejero y la autoorganización, se oponen a toda forma de centralización y representación bajo los principios de la democracia obrera.
Y en esta lucha por una asamblea o congreso nacional de todos los explotados que centralice las fuerzas del pueblo pobre es necesario hacer un puente hacia los soldados rasos que deben ser ganados para la revolución. Aún no se ha desarrollado en la base del ejército chileno esta vinculación con las organizaciones obreras. Es necesario impulsar la agitación en favor de esto, preparando de esta forma las condiciones para una insurrección victoriosa de la tropa sobre la casta de oficiales burguesa. Y como ya hemos explicado esto es muy diferente a la actitud que se debe tomar frente a la policía burguesa que debe ser aplastada y desarmada de forma inmediata. De allí justamente, de las comisarías burguesas tomadas, es que se obtendrán las armas para la puesta en pie de verdaderos comités de autodefensa, perspectiva que los pacifistas de clase media combaten con todas sus fuerzas.
Los reformistas también se oponen a la coordinación real y eficaz de las organizaciones obreras a nivel continental. Se conforman con declaraciones retóricas de apoyo sin organizar una verdadera ayuda a través del envío de recursos y la formación de brigadas de combate para sostener la lucha de nuestros hermanos de clase de otras naciones. En países como Perú, la burocracia sindical y sus partidos reformistas, incluyendo al PST-LIT-CI, han apoyado el cierre reaccionario del congreso a manos de un gobierno burgués demagógico. Este es su aporte a la lucha continental del proletariado, subordinar a las masas a partidos burgueses como el Frente Amplio y su política electorera contrarrevolucionaria. Usando la táctica del frente único, los revolucionarios debemos exigir a estas direcciones de masas la realización de estas tareas internacionalistas, desenmascarando con su oposición su papel contrarrevolucionario.
Es necesario, finalmente, que los verdaderos revolucionarios nos unifiquemos en una sola organización, debemos seguir peleando por crear las condiciones para la refundación de nuestro partido, la Cuarta Internacional, que dirija la lucha del proletariado hacia su dictadura revolucionaria y el triunfo del socialismo mundial.
¡VIVA LA LUCHA DE LOS EXPLOTADOS DEL CONTINENTE!
¡POR UNA FEDERACIÓN DE REPÚBLICAS SOCIALISTAS SOVIÉTICAS LATINOAMERICANAS!
[i] http://www.laizquierdadiario.com/Chile-Por-una-huelga-general-con-movilizacion-y-continuidad-hasta-acabar-con-el-estado-de
[ii] https://litci.org/es/menu/mundo/latinoamerica/chile/chile-huelga-general-hasta-que-caiga-pinera-fuera-militares-de-las-calles/
[iii] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/enero/25.htm