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¡PASO A LA MUJER TRABAJADORA: ABAJO LA ESCLAVITUD DOMÉSTICA Y LA PROSTITUCIÓN!

Por Susan Abigail

El 8 de Marzo recordamos “el día Internacional de la mujer trabajadora”, tal como fuera proclamado en 1910 por la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, a propuesta de la socialista alemana Clara Zetkin, para promover el sufragio y otras reivindicaciones entre las obreras, recogiendo además la experiencia del Partido Socialista Norteamericano que desde 1908 instauró unas jornadas de reflexión y acción denominadas Woman’s Day.

En este 8 de marzo nos encontramos nuevamente con el feminismo reformista burgués que aún discute la primacía de las contradicciones de género (relaciones entre hombres y mujeres) frente a contradicciones fundamentales como la de clase, separando el patriarcado (“ideología”) del capitalismo (“economía”) como diferentes “sistemas de dominación”; sin poder negar, sin embargo, la mutua “colaboración” entre ambos. Como diría Marx ya en 1846: “la ‘liberación’ es un acto histórico y no mental”.

Adolece el feminismo pequeño burgués, por su parte, de amnesia histórica al “olvidar” las grandes conquistas de la revolución rusa dirigida por Lenin y Trotsky, que de la mano de brillantes revolucionarias como Rosa Luxemburgo, plantearon de esta manera las tareas generales del movimiento obrero femenino: 1) la abolición de las viejas leyes que colocaban a la mujer en situación de desigualdad con relación al hombre, 2) la liberación de la mujer de las tareas domésticas, que exigía una economía colectiva en la cual ella participase en igualdad de condiciones con el hombre, 3) la liquidación de la prostitución y de toda forma de opresión y esclavitud de la mujer proletaria.

Con relación al primer aspecto, desde los primeros meses de su existencia, el Estado Obrero introdujo decretos estableciendo la protección legal para las mujeres y los niños que trabajaban, el seguro social, igualdad de derechos para las mujeres con relación al matrimonio, etc. Las mujeres conquistaron el derecho al aborto legal y gratuito en los hospitales del Estado, mientras que en EEUU o Alemania miles de ellas morían en quirófanos clandestinos. Con relación al trabajo doméstico Lenin nos enseñó que: “para lograr la total emancipación de la mujer y su igualdad real y efectiva con el hombre, es necesario que la economía nacional sea socializada y que la mujer participe en el trabajo general de producción. Entonces sí la mujer ocupará el mismo lugar que el hombre” (Las tareas del movimiento obrero femenino en la República Soviética, 1919).

El feminismo occidental consiguió recién en 1979 que se suscriba la Convención de Eliminación de todas formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) en las Naciones Unidas, que como todo documento no asegura que sea plenamente implementado si no existen las bases materiales para ello, pues el verdadero trato igualitario de la mujer exige una economía que la libere del trabajo doméstico, lo que obviamente el capitalismo está muy lejos de ofrecer. En Grecia, por ejemplo, con la crisis capitalista mundial sobre sus hombros la prostitución se ha multiplicado en 1500% junto con la drogadicción y los suicidios (Elconfidencial.com, “Drogas, depresiones y prostitución”, 22-1-15). Como diría Lenin en una de las celebraciones por el Día de la Obrera: “el capitalismo unió una igualdad puramente formal a la desigualdad económica”.

En oposición a la actual formalización e idealización burguesa de la prostitución bajo el concepto de “trabajo sexual”, el primer gobierno obrero lo definió como “un crimen contra los vínculos de camaradería y solidaridad”, aunque nunca se implementaron medidas penales, por el contrario, se hizo uso de la educación y la oferta de empleo productivo para las mujeres. No obstante, por las terribles condiciones materiales dejadas por la guerra y el cerco imperialista, la Rusia obrera no pudo avanzar en liquidar de inmediato este flagelo contra la mujer, sin embargo, esa fue siempre su meta consciente. La degeneración estalinista no hizo más que profundizar este lastre del pasado que la restauración del capitalismo décadas después disparó de forma alarmante. Está claro entonces que solo bajo el socialismo internacional será posible acabar con la barbarie sexual que implica la prostitución en todas sus formas. El comercio sexual se vendrá abajo con la abolición de todo comercio y la explotación del hombre por el hombre.

Ahora somos testigos cómo en varios países, las mujeres participamos cada vez más en las luchas políticas y sociales a través de organizaciones, movilizaciones y hasta revoluciones; sin embargo, no todas las mujeres estamos en la misma trinchera, cada quien participa con su respectiva clase social, aunque el feminismo burgués pretenda movilizaciones unitarias por las reivindicaciones específicas de género, es incuestionable que cuando Hilary Clinton habla de derechos de la mujer, no lo hace bajo los mismos intereses que las campesinas pobres asesinadas bajo el brutal régimen hondureño impuesto por los EEUU. Los intereses de las mujeres de Wall Street no pueden ser los mismos que las mujeres que combaten en Siria, Palestina o Grecia por sus derechos y los de su clase.

En ese contexto, como ya se viene afirmando desde la I Internacional Socialista hasta la IV Internacional, nuestra lucha central es por la separación tajante entre la obrera y la burguesa, la unidad de las mujeres por encima de las clases es imposible debido a las contradicciones políticas y sociales de la lucha entre la revolución y la contrarrevolución, entre el socialismo y la barbarie. Solo así estará garantizada la liberación de la mujer trabajadora que representa a más de la mitad de la humanidad frente a ese 1% burgués que parasita a su costa.

¡Por un aborto libre y gratuito para la mujer trabajadora!

¡Igual salario por igual trabajo!

¡Por guarderías, sala de cunas, comedores y lavanderías colectivas!

¡Por pleno empleo productivo para la mujer: abajo la esclavitud doméstica y la prostitución!

¡Paso a la mujer trabajadora!

¡Por la refundación de la Cuarta Internacional!

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